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03:39 min.
17/Sep/2009
Emprendedor Sublime

Costumbres emprendedoras.

Un viaje por los recuerdos de los hábitos emprendedores de los abuelos italianos se convierte en un placer para los sentidos de los entrepreneurs.

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Se fue el abuelo, el único contacto que nos quedaba con los italianismos y las arraigadas costumbres provenientes del otro pueblo, cruzando el océano Atlántico, a la derecha. Sin embargo, persiste en poblarnos su recuerdo, a través de un trofeo de ?bochas?, de un mueble antiguo, de una foto en la que nos sostiene, y que lo hace esta presente, al menos durante el viaje que el pensamiento emprende al contemplarla. Y están, los valores, esa ?manía? de ser tan honrado, tan generoso, tan riguroso en sus relaciones personales y aún sociales. El emblema de un transcurrir sano y sereno, luego de un transcurrir en el que la violencia que no se tenía debía aflorar de alguna manera para salvarse y tener el derecho a de seguir viviendo. Tal vez, con la imagen de unos barrotes o unas rejas, de una ametralladora o de un fuerte, el abuelo se fue, sin dejarnos más contactos tangibles que unos documentos que señalan una ?partida?, un comenzar. Así el nacimiento, así su matrimonio, así su despedida. Y sin embargo sin hacer preguntas ni conferir respuestas, muchas veces nos encontramos ?decidiendo? o, simplemente, dando pasos con el sello de ese pasar por nuestras vidas, de ese permanecer en sus brazos, de ese estar en nuestros brazos, él. Tal vez ?y afortunadamente- muchas de nuestras elecciones estén condicionadas por todos esos momentos en los que vivimos en simultáneo con ese hombre tan íntegro que nos hizo reconocer a la experiencia como la mayor de las riquezas humanas y que en cuanto a todo lo demás somos marionetas de las circunstancias. Quizás no haya ?si seguimos ?involucionando así?- referentes tan nobles para las generaciones venideras. Quizás nosotros mismos, sin darnos cuenta, obviamos algún signo de nobleza en pos de una adaptación social posible. Quizás también podamos mantener vivas aquellas imágenes que nos remontan a aquellos que vivieron con menos y para los que alcanzar la felicidad era vivir ?con esas cosas? por la oportunidad de un instante y no ya necesitar cosas instantáneamente para poder ?sentirse parte? vaya a saber de qué.

También, la abuela, más argentina que el dulce de leche de una vaca también argentina, se olvidó del mar. Hace no se cuántos veranos que prefiere mirarlo desde la tele cuando algún programa que se instala en las playas le exhibe las olas y el estado del tiempo, ?el frío que hace?, ?cuánta gente que hay?. La abuela espera -con sendas comidas que prepara con suficiente antelación- que la familia regrese de sus vacaciones, que le regalen alfajores de esos que también se consiguen en cualquier supermercado. Para agasajarlos con una bienvenida como frutilla de todos los postres con que se debieron aglutinar en los días libres. También, la abuela, parece irse a partir de cada moretón, cada minúscula caída, cada tajito en la planta del pie, o sus tristezas cuando vive la partida de quien ?debió irse después que ella?. Cuando el devenir nos amenaza con la pérdida, toda su riqueza se exalta. Y queda exonerada de todos sus malhumores. Porque también ella, noble y ?chapada a la antigua?, está chapada a ?lo más humano que hayamos visto?, muy a pesar de sus faltas frente a la era tecnológica. Porque ella paga los impuestos en el banco, va a hacer las compras personalmente con monedero y con changuito, y pretende que le cedan el asiento en el colectivo al que tanto le cuesta subir. ¡Son tan altos! Para ella una moneda de diez centavos es mucha plata, y es indecente que le hagan un ?tajito? en la cartera. Ella tiene, y se lleva consigo y nos deja para que no olvidemos, las costumbres argentinas que se desprenden de nuestros hábitos, cuyos resabios nos mantiene dignos para que logremos transmitir ?prioridades? y escalas de valores en boga. Para que quede algo de nobleza para los que ?partan? más adelante.

Porque los abuelos han emprendido atravesando innumerables crisis y destrucciones, carencias y privaciones. Y han podido estar acá sin mp4 y sin internet. Que no se nos olvide entonces con qué cosas estamos mutando las costumbres, y cuáles son esas cosas que realmente necesitamos para sentirnos emprendedores, para sentir que fundamos una empresa, para saber que ?lograr? a veces es algo que hacemos habitualmente, empezando el día, surcándolo, terminándolo. Y dejándolo partir con el valor agregado de un poco más de experiencia.

fuente:emprendedoresnews.com
Fecha
17/Sep/2009
Etiquetas
Costumbres emprendedoras entrepreneurs hábitos emprendedores abuelos italianos
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